Es esencial recordar que la piel de las manos es diferente de la del resto del cuerpo y necesita un cuidado especial. A pesar de ser casi tan sensible como la piel de nuestro rostro, las manos tienen que soportar mucho más. No solo están constantemente siendo utilizadas, también están expuestas a las influencias externas como el sol, el calor, el frío y el agua, lo que puede alterar las barreras naturales de protección de la piel.
La piel del dorso de las manos es particularmente delgada, lo que la hace más sensible y, a menudo, uno de los primeros lugares en mostrar signos de envejecimiento. Aunque las palmas son más robustas, no tienen pelo ni glándulas sebáceas, lo que les hace más difícil absorber la humedad y las hace muy propensas a la sequedad.