Los signos visibles, como la rojez o incluso la inflamación, además de la sequedad, asociada a la aspereza o la piel descamada, son especialmente evidentes. Estos suelen ir acompañados de sensaciones subjetivas como una sensación de tirantez, picor, quemazón o escozor. La piel sensible puede afectar a todas las zonas del cuerpo, pero lo más habitual es que afecte al rostro. Cualquiera de estos signos puede aparecer en cualquier zona del rostro.
Si bien es cierto hay semejanzas con otras afecciones cutáneas, especialmente en lo que a una falta de hidratación se refiere.
La eficacia de las funciones depende de la actividad enzimática de la piel, que se suele ver reducida en la piel sensible. Como consecuencia, la función de la barrera de la piel queda afectada, se pierde demasiada agua por ésta y pueden penetrar en ella sustancias irritantes. La capa córnea suele ser también más fina. Así mismo, se puede observar una mayor sensibilidad de las terminaciones nerviosas en la piel sensible.