Si el sentido del tacto es importante para la supervivencia, ¿cómo podemos sobrevivir en esta época en la que lo máximo que podemos hacer es tocar objetos y mantener una distancia física con respecto a otras personas?
Existen muchos factores que determinan la forma en la que las personas responden a las restricciones de contacto. Por lo general, un bebé o un niño pequeño no son capaces de compensar la falta de contacto físico y, en el peor de los casos, pueden enfermar psicológica y físicamente. Los jóvenes, es decir, los adultos jóvenes pospúberes, suelen mantener un contacto físico intenso dentro de su grupo de edad. Aunque este contacto se debe en parte a las actividades de selección de pareja, también obedece a la escala de comunicación de dicho grupo de edad, que acostumbra a ser mayor. Por lo tanto, este grupo experimenta dificultades para cumplir con las restricciones de contacto. Aun así, se plantean interrogantes fundamentales para cualquier persona de este grupo de edad: ¿Cómo, dónde y con quién vivirán? ¿Cuándo y cómo resultarán atractivos para los demás? ¿Y quién les parecerá atractivo a ellos? Mantener un contacto real —es decir, físico— con otras personas es fundamental para responder a estas preguntas. Se trata de algo que, en realidad, no puede decidirse en línea o de forma digital. Por lo tanto, no es de extrañar que los jóvenes llamen la atención de los medios de comunicación constantemente al incumplir las restricciones. Para las personas de mediana edad y la tercera edad, la disposición individual determina la forma en la que se procesa la ausencia de interacción física. Si la vida tiene lugar en el seno de una familia o con una pareja, estos recursos sociales pueden —en el mejor de los casos— compensar el distanciamiento físico general provocado por la pandemia. Sin embargo, si la vida de una persona está caracterizada por un aislamiento social general, aparece un riesgo importante de enfermedad física y mental. Este es un efecto general de la soledad, que también se manifiesta más allá de las épocas de pandemia. Para los mamíferos sociales como nosotros, ambos extremos pueden llegar a amenazar la vida a largo plazo; tanto la ausencia de contacto con otras personas como la excesiva cercanía y la imposibilidad de alejarse de los demás. Al mismo tiempo, la cantidad óptima de contacto varía completamente según la persona. No todos tenemos la misma necesidad de contacto físico. La intensidad deseada de contacto físico así como su duración difieren de una persona a otra y también cambian en función de la edad. Esto significa que cada persona debe desarrollar su propia estrategia durante esta época extraordinaria de pandemia, para así poder responder a las nuevas situaciones ambientales y satisfacer su necesidad de contacto humano. En los casos más difíciles, la gente se refugia en las drogas, el alcohol y la violencia excesiva. En los mejores escenarios, las personas intercambian masajes con aquellos con los que conviven para mejorar su estado de ánimo o buscan ayuda psicológica. (Esto también puede hacerse con una mascarilla).
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