Entrevista con Derrick Feldmann

Estudio de la soledad de Derrick Feldmann

Derrick Feldmann dirige Ad Council Edge, una ONG estadounidense que recurre al poder de la comunicación para abordar los temas más importantes de nuestra época. Desde Ad Council Edge han luchado contra la contaminación y la polio, han defendido los derechos de las mujeres en el trabajo y han ayudado a combatir el SIDA. Ahora, acaban de publicar una encuesta mundial sobre la soledad, con el respaldo de NIVEA. Hemos hablado con él sobre qué es la soledad, de dónde proviene y cómo podemos prevenirla.

“Sentirse solo no tiene tanto que ver con estar físicamente solo, sino con la falta de un sistema de apoyo emocional o de relaciones valiosas y de calidad.“

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El auge de la pandemia de la soledad

Derrick, la soledad ha acaparado la atención de los medios de comunicación y de las sociedades de todo el mundo desde hace un par de años; algunos incluso la denominan «pandemia» y el Reino Unido ya ha creado un Ministerio de la Soledad. A partir de los hallazgos de su estudio, ¿cómo definiría la soledad? ¿Qué ha pasado en nuestro mundo para que parezca estar aumentando?

Antes de profundizar en la definición de la soledad, debemos hablar de por qué este tema es importante, en especial en este momento. Las investigaciones han demostrado que las personas que disfrutan de relaciones satisfactorias con la familia, los amigos y la comunidad son más felices, tienen menos problemas de salud, presentan una mejor función cognitiva, padecen menos depresión y viven más tiempo. Del mismo modo, el contacto humano y las muestras físicas de cariño también han demostrado ser importantes para la conexión y los vínculos sociales, así como para el bienestar psicológico. Sin embargo, la carencia de relaciones más profundas con conexiones afectivas puede traducirse en problemas de salud mental como la ansiedad, la depresión, el trastorno de adaptación, el estrés crónico, el insomnio e incluso el deterioro cognitivo en etapas posteriores de la vida.
En nuestra investigación pusimos a prueba varias definiciones de la soledad y descubrimos que definir la soledad en términos de relaciones es fundamental. Definimos la soledad como la ausencia de relaciones de confianza y de calidad. Las relaciones que se consideran valiosas, de confianza y deseadas y que nacen de conexiones son importantes para nosotros como seres humanos y, por lo tanto, cuando existe una carencia de este tipo de relaciones, nos sentimos solos. El estudio determinó que una de cada cinco personas de la muestra global se siente sola de forma habitual.
Las entrevistas cualitativas pusieron de manifiesto que muchos piensan que «sentirse solo» equivale a la falta de apoyo emocional, a no tener a nadie con quien hablar o a la percepción de que nadie los entiende. En otras palabras, sentirse solo no tiene tanto que ver con estar físicamente solo, sino con la falta de un sistema de apoyo emocional o de relaciones valiosas y de calidad.
Aunque la soledad puede afectar a cualquiera en cualquier momento, ahora se nos presenta otra perspectiva a la hora de examinarla: la pandemia mundial de COVID-19 y las medidas de distanciamiento y aislamiento social. La gente de todo el mundo está adoptando medidas de distanciamiento físico, aislándose en casa, usando mascarillas y absteniéndose de abrazar o tocar a los demás. La pandemia también ha resaltado cómo los determinantes sociales de la salud y los factores sistémicos han puesto en peligro a las personas, las familias y las comunidades.

“Cuatro de cada diez personas de entre 18 y 34 años se sienten solas.“

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Factores de riesgo de la soledad

¿Cómo podemos saber si estamos en peligro? ¿Qué nos hace sentir solos y a quiénes afecta más la soledad?

Cuando se estudia el complejo tema de la soledad, también hay que tener en cuenta a quienes experimentan elementos que contribuyen a ella, como el aislamiento. El sentimiento de soledad y el aislamiento (físico o social) contribuyen a la soledad. Por lo tanto, es necesario observar a las personas que experimentan cualquiera de estos factores de manera habitual para comprender de verdad el panorama de la soledad. Más de una cuarta parte de las personas encuestadas afirma sentirse aislada física o socialmente con frecuencia, ya sea por elección propia o por imposición. Así que, en total, junto a quienes declaran sentirse solos, más de un tercio de las personas sufre con frecuencia al menos uno de estos factores de soledad. Por lo tanto, decimos que están expuestas a un riesgo.

Resulta sorprendente saber que no son las personas mayores las que padecen con mayor frecuencia la soledad, sino las más jóvenes. Cuatro de cada diez personas de entre 18 y 34 años se sienten solas. Puede que no resulte tan llamativo —pero no por ello deja de ser preocupante— que es más probable que se sientan solas si están solteras, son introvertidas, tienen menos ingresos, una discapacidad, una enfermedad mental o una movilidad reducida, o si carecen de una situación laboral estable. Esto no significa que no podamos sentirnos solos si nos encontramos en la situación opuesta a la descrita. Sin embargo, sí significa que, desde el punto de vista de la sociedad, dejamos de lado a muchas personas cuando no abordamos el problema de la soledad en estos grupos.

“Aunque muchas personas utilizan la tecnología para mantener el contacto, la mayoría admite que nada puede reemplazar la interacción física.“

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La soledad en tiempos del COVID-19

Durante esta pandemia mundial, todos —en mayor o menor medida— hemos estado aislados de nuestros conocidos, colegas, amigos y, en los casos más graves, también de nuestras relaciones más cercanas. ¿Cómo afecta esto a nuestra felicidad y bienestar?

Las tendencias de la investigación cualitativa mostraron una gran variedad de resultados, lo que indica que la pandemia ha tenido efectos diferentes en la soledad. Algunas personas se sienten más aisladas físicamente debido al COVID-19, pero otras han fortalecido algunas conexiones durante este período. En nuestras entrevistas cualitativas, escuchamos que durante la pandemia, muchas personas no tienen interacciones físicas con sus familiares y amigos y anhelan verlos, cara a cara o de cerca. Aunque muchas personas utilizan la tecnología para mantener el contacto, la mayoría admite que nada puede reemplazar la interacción física. Para algunos entrevistados, saber que todos estamos aislados debido a la pandemia hace que se sientan menos afectados por el aislamiento; muchos consideran que ahora se sienten menos presionados para socializar y están aprovechando el tiempo libre extra del que disponen. Algunos incluso han fortalecido sus relaciones gracias a una comunicación más frecuente. También es posible que tengamos amigos y familiares que se sientan bastante satisfechos, ya que ahora pueden dedicar su tiempo a las personas más cercanas. Por ejemplo, pueden ayudar y asistir a sus seres queridos de mayor edad que viven en el mismo hogar y necesitan atención.
Sin embargo, aunque la información anecdótica de las entrevistas cualitativas señaló que el COVID-19 provoca un drástico aumento de los sentimientos de soledad y aislamiento, los resultados de la encuesta cuantitativa mostraron que la pandemia apenas contribuyó al aumento del aislamiento (tanto físico como social) y no afectó demasiado a la soledad en su definición de ausencia de relaciones de confianza y de calidad. Casi una cuarta parte de los encuestados (23 %) afirma que siempre o a menudo se siente solo durante la pandemia, lo que no supone un porcentaje mucho mayor que el 19 % anterior a la pandemia. Esto indica que, aunque las restricciones dificultan a todas luces el cuidado de las relaciones con los demás, tampoco pueden anular con demasiada facilidad nuestras conexiones significativas existentes. No obstante, según nuestro estudio, el COVID-19 ha afectado negativamente a la felicidad. El 57 % de los usuarios encuestados antes de la pandemia afirmó ser feliz. Esta cifra se redujo a cuatro de cada diez (42 %) durante la pandemia. Además, aunque los sentimientos generales de soledad no aumentaron significativamente durante el COVID-19, el número de personas que experimentan con frecuencia al menos un factor de soledad sí lo hizo. Antes del COVID-19, casi un tercio (36 %) de la muestra mundial afirmó experimentar de forma habitual al menos un factor de soledad. Durante el COVID-19, este grupo alcanzó el 44 %, lo que indica que existe una mayor población de riesgo de soledad como resultado de la pandemia.

“Todas estas necesidades insatisfechas se traducen en sentimientos de soledad, ansiedad y tristeza.“

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Cómo inmunizarse contra la soledad

Analicemos nuestras relaciones. ¿Qué tipo de relaciones necesitamos y cuántas de ellas nos hacen sentir felices e inmunes a la soledad? ¿Qué nos impide construirlas y comprometernos con ellas?

Sabemos, gracias a nuestras entrevistas cualitativas, que la relación ideal se basa en la confianza, el amor y el respeto mutuos. Exige que ambas partes inviertan la misma cantidad de tiempo y esfuerzo y se comuniquen con frecuencia. Las personas fueron muy claras acerca de lo que esperan de dichas relaciones. Por ejemplo, quieren poder hablar de cualquier tema sin temor a ser juzgadas y quieren saber que pueden confiar en la otra persona en momentos de necesidad. Además, para ellas, es muy importante compartir los mismos valores. En la práctica, esto significa que muestran preocupación por la otra persona al acercarse y comunicarse entre sí. Y, en términos de conexiones habituales, consideran que la interacción en persona es la ideal, ya que refuerza las conexiones. Cuando las personas no pueden verse cara a cara, creen que las llamadas o los mensajes de texto son la mejor opción. En general, bajo su punto de vista, este tipo de conexiones deberían ser al menos semanales y, para algunas de ellas, diarias.

Ahora pasemos a la pregunta de qué es lo que nos impide construir estas conexiones. Nuestras entrevistas cualitativas pusieron de manifiesto una serie de factores que podrían crear barreras para las relaciones sólidas. Algunos de los asuntos mencionados incluyen la distancia entre personas y la limitación de los encuentros en persona con conexiones sólidas en las que ambas partes puedan apoyarse mutuamente con un diálogo más profundo. Para otras personas, el problema radica en una falta de iniciativa por ambas partes, que podrían haberse acercado, pero no lo hicieron. Algunas incluso hablaron de conflictos del pasado en su relación resultado de desacuerdos sin resolver que siguen suponiendo un obstáculo.
En general, nuestros hallazgos cuantitativos indicaron que las personas que disponen de otras con las que pueden contar y en las que pueden confiar tienen más probabilidades de ser felices y menos de experimentar con regularidad factores de soledad. Aquellas que afirman no disponer de personas con las que puedan contar o en las que puedan confiar tienen más probabilidades de experimentar con regularidad factores de soledad. También hay personas que dicen que nadie las entiende, que no pueden abrirse o mostrar su verdadera personalidad y que desearían tener relaciones más profundas con más personas. Todas estas necesidades insatisfechas se traducen en sentimientos de soledad, ansiedad y tristeza.

“Tenemos que entender que la soledad viene con la inercia de tomar la iniciativa y acercarse a los demás.“

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La paradoja de la soledad

Durante la crisis del coronavirus, la mayoría de nosotros restringimos mucho a quién vemos, con quién estamos y a quién tocamos. ¿Su estudio reveló cómo nos gustaría interactuar con otras personas en comparación con cómo lo hacemos ahora? ¿Qué implica esto con respecto a nuestros sentimientos de soledad?

Dado que la soledad está vinculada a las relaciones que mantenemos con conexiones cercanas, hemos comparado los enfoques adoptados cuando interactúan con sus conexiones aquellos que se sienten solos frente a quienes que no se sienten así. La encuesta cuantitativa descubrió que las personas suelen conectar con una conexión a través de llamadas/mensajes de texto o redes sociales, las invitan a su casa, a salir a beber algo o a comer, o se acercan a sus casas a hacerles una visita.

Cuando se enfrentan a la soledad, encontramos que casi dos tercios de las personas se decantan por actividades más solitarias, o actividades individuales, como ver la televisión, escuchar música o dormir la siesta. Cerca de la mitad conecta con los demás a través de la tecnología y después lo hace en persona. Solo algunas de las personas de la muestra global dependen de intervenciones clínicas —como consultar a un profesional de la salud mental o a un consejero o mentor o tomar medicamentos recetados— cuando experimentan un factor de soledad o aislamiento. Estos hallazgos son importantes a la hora de analizar cómo nosotros, como sociedad o comunidad, podemos ayudar a las personas afectadas por la soledad. Tenemos que entender que la soledad viene con la inercia de tomar la iniciativa y acercarse a los demás. El excirujano general estadounidense y autor Vivek Murthy llama a esto la «paradoja de la soledad». La unión con otras personas puede ayudar, pero tomar la iniciativa supone una gran barrera.

“Si proviene de la persona adecuada, el contacto humano puede lograr que alguien se sienta querido, seguro y menos solo.“

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La importancia del contacto humano para nuestras conexiones

NIVEA ha asumido el compromiso de cuidar del contacto humano y de la unión entre las personas. ¿Qué aprendió en su estudio sobre el contacto humano? ¿Qué importancia tiene para nuestras conexiones cercanas y nuestro círculo más amplio de personas con las que interactuamos?

Cuando nos sentimos solos, estar cerca o tocar a nuestro cónyuge, hijos o padres puede resultar de gran ayuda. Sin embargo, para las personas que se sienten solas con frecuencia (19 %), o las que experimentan con regularidad al menos un factor de soledad (36 %), la presencia o el contacto físico con los demás —incluso con las conexiones cercanas— tiene una menor repercusión.
En general, cuando las personas se sienten solas, prefieren el contacto humano de alguien con quien tengan un vínculo estrecho. Con respecto a las personas con quienes no tienen una relación tan íntima, prefieren estar cerca de ellas en lugar de tocarlas. La preferencia por el contacto físico frente a la proximidad depende del nivel de conexión, tal y como se extrajo de las entrevistas cualitativas: abrazar puede influir en gran medida en cómo se siente una persona, aunque el abrazo debe provenir de alguien con quien esta se sienta a gusto. Si proviene de la persona adecuada, el contacto humano puede lograr que alguien se sienta querido, seguro y menos solo. Las personas indican que les ayuda a aliviar el estrés, a sentirse cuidadas y a crear vínculos sólidos. En resumen, el contacto humano es una gran herramienta para reforzar, afianzar y mantener las relaciones sólidas existentes con las conexiones.

“Anima a quienes se sienten solos, así como al resto, a acercarse a los demás.“

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Ayuda para salir de la crisis de soledad

Veamos ahora el caso de las personas vulnerables y de riesgo. ¿Qué descubrió sobre las intervenciones que resultan eficaces a la hora de ayudarlas a salir de su crisis de soledad? ¿Qué podemos hacer como sociedad? ¿Qué puede hacer una marca para contribuir? ¿Y qué podemos hacer como individuos para protegernos?

La gente recurre a una gran variedad de herramientas cuando se siente sola o aislada, aunque, como dije antes, casi dos tercios se decantan por actividades más solitarias. La mitad conecta con los demás a través de la tecnología y alrededor de uno de cada cuatro conecta en persona con alguien. Además, hay quienes acuden a un profesional de la salud mental o a un consejero o mentor. Quienes quieren ayudar deben tener en cuenta que alrededor de un tercio de las personas que experimentan con frecuencia al menos un factor de soledad suelen conectar con otras personas de diferentes maneras. Programan llamadas o videollamadas con familiares y amigos cercanos, se unen a una actividad grupal de su agrado, reciben llamadas telefónicas o acuden a su especialista en salud mental o a su terapeuta.
Las intervenciones deben educar acerca de los auténticos factores de riesgo de la soledad. Los miembros de la sociedad, incluidas las marcas, deberían centrarse en educar e informar a las personas de riesgo a través de campañas de marketing sobre los factores que contribuyen a la soledad. Además, las marcas pueden contribuir a promover la autoevaluación de las relaciones y conexiones y apoyar o desarrollar campañas que animen a las personas a comunicarse con sus seres queridos. Recordemos la «paradoja de la soledad»: quienes se sienten solos tienden a quedarse solos. Aunque sean personas activas y salgan de casa, se decantan por las «actividades solitarias». Por ejemplo, pueden ir a un concierto, pero no entablar una conversación con nadie. O bien, pueden estar conectados con otras personas a través de redes sociales o de un grupo social, pero no mantienen conversaciones o charlas significativas. Las marcas pueden ayudar a solucionar esto. Y animar a quienes se sienten solos, así como al resto, a acercarse a los demás.
Tal y como mencioné antes, las relaciones sólidas son fundamentales para paliar los sentimientos de soledad y aislamiento. Cuando los individuos pueden evaluar con precisión sus propias conexiones y comprenden cómo pueden construir relaciones más sólidas y significativas —sobre todo después de grandes acontecimientos vitales o cambios en el estilo de vida— adquieren las herramientas necesarias para fortalecer sus relaciones y así evitar su propia soledad o aislamiento.

Derrick Feldmann

Derrick Feldmann

Investigador y asesor de causas y empresas sobre temas sociales globales. Dirige los esfuerzos de investigación sobre cómo las causas y las empresas pueden impulsar el interés público y el compromiso en cuestiones sociales. Lo hace como director gerente de Ad Council Edge, la división de consultoría estratégica de Ad Council que asesora en las etapas formativas de los programas de compromiso público. Es el autor de The Corporate Social Mind and Social Movements For Good: How Companies and Causes Create Viral Change.